EL PERRO Y EL PERRO A LA BÚSQUEDA DEL HUESO.

             

Ladran en un callejón de esos que no se ven por acá, un perro de esos
que no miramos con facilidad: negro, viejo, grande, chandoso y con
chanda. Ladra con agonía, propia de las frustraciones que dan un
apartamento de soltero, una vida de soltero; la importancia de vivir
lo que se ha vivido siendo soltero sin querer serlo. Los colores no
son colores, son luz hecha color. A usted y a mí nos han enseñado a
pensar. Pensar es lo que evita hacer el perro que ladra, el perro
negro sigue ladrando y afortunadamente él no se permite pensar. Un
café, una servilleta y las migas de una tostada con mermelada de mora
y nutella acompañan el mantel, la mesa, la silla, las cuatro paredes y
una foto colgante de él y de ella... la foto quiere salir del marco,
el marco de la pared y la pared dejar de mirar para así evadir los
pensamientos del ladrador que piensa. El perro negro del callejón ya
no ladra; hace dos días murió: solo como un perro. Hoy se va a caer el
marco, se quebrara el vidrio y la foto solo quedara herida. La pared
tendrá que pensar y de nuevo alguien ladrara.

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